domingo, 31 de enero de 2016

DIGAMOS QUE HABLAMOS DE MADRID 3- (Continuación)

                                     VIADUCTO DE SEGOVIA O DE LOS SUICIDAS


 Supongo que no hace falta mucha explicación sobre este negro nombre ¿no? de hecho al ser desde sus inicios un lugar en donde la gente se suicidaba se optó por poner unas paredes de cristal para evitar catástrofes. Para que os hagáis a la idea en la década de los noventa se producían a un ritmo de cuatro suicidios al mes en el viaducto.
La leyenda popular cuenta que el caso más excepcional fue en el siglo XIX, cuando una enamorada se arrojó desde el puente porque sus padres no la dejaban casarse con su amado. El vuelo de la falda amortiguó la caída salvándole la vida.  

                                                UN POCO DE PICARESCA ESPAÑOLA
                                       
Un gran "arte" que dio la España del siglo de oro al Continente, fue la picaresca española, ese arte de engañar, timar y robar de una forma elegante e inteligente. Aún se conserva ese aura positiva, aunque sea un hecho tan autodestructivo y egoísta para la sociedad.
En la calle del Rollo, muy cerca de la Plaza de la Villa, se encuentra un edificio muy curioso. Si uno se fija bien puede ver que las ventanas son totalmente irregulares, que no tienen ningún sentido. Pero sí, tienen su razón de ser. Resulta que cuando Madrid pasó a ser la capital de España en detrimento de Toledo toda la corte real se tuvo que trasladar. En esa época Madrid no tenía infraestructura para albergar la corte del reino más poderoso del momento, por lo que se creó una ley que obligaba que todas las casas debieran de donar la mitad de su espacio a la corte.

Pero había una excepción, las casas que eran irregulares y no tenían una mitad exacta, por lo que los madrileños de aquel entonces viendo que era una ley injusta se dedicaron a hacer cuartos irregulares, con ventanas si sentido, para que no se pudieran dividir sus hogares.

Como dice otro refrán típico de la picaresca española: "Hecha la ley, hecha la trampa".

                                                             









        EL PERRO PACO 
                                                        
El perro Paco frecuentaba los cafés madrileños de la Puerta del Sol y de la Calle de Alcalá a finales del siglo XIX. En un día del mes de octubre se coló en el Café Fornos buscando algún pedazo de pan. Se acercó al Marqués de Bogaraya que le regaló con un pedazo de hueso, las gracias del perro hicieron que le pusiese el nombre de Paco debido a que el Marqués se encontraba celebrando la festividad de Francisco de Asís. El Marqués acudía diariamente a comer al Fornos y esto hizo que se convirtiera en una costumbre visitarlo. Pronto el perro Paco pasó también a la hora de la cena. Y cuando no conseguía nada, cruzaba la calle de Alcalá para ir al Café Suizo. Esta actitud atrajo la simpatía de los habituales a los cafés de tertulia de la época, y pronto trascendió a la prensa madrileña.
La prensa le halagaba tanto que llegaron a componerse canciones en su honor. Pronto el acceso le era permitido en muchos locales, incluso en aquellos en los que la entrada estaba prohibida para perros. No había portero o personal de vigilancia que le negara la entrada por miedo a "la mala prensa". Paco era un compañero de los carruajes de paseo de los toreros famosos de la época.
Lo que más le gustaba a Paco eran los toros. En aquel entonces, la Plaza de Toros de Madrid estaba
en el lugar en que hoy se alza el Palacio de los Deportes, Avenida de Felipe II entonces llamada Avenida de la Plaza de Toros. Los días de lidia, los madrileños subían a los toros calle Alcalá arriba. Y Paco subía como uno más. Solía ocupar su localidad en el tendido 9 y asistía al espectáculo de la cruz a la raya. Al terminar las faenas, muerto el toro, gustaba de saltar a la arena y hacer unas cabriolas, para regresar a su localidad con los clarines que anunciaban el siguiente toro. A la gente eso le gustaba. 
De hecho, podría decirse que fue la excesiva afición a los toros la que le costó la vida al pobre Paco. La tarde del 21 de junio de 1882, un novillero lidiaba, malamente, a uno de los toros que le había tocado en suerte. En el momento de la suerte suprema, nadie sabe por qué (habría que saber de psicología perruna), Paco saltó a la arena. Comenzó a hacer cabriolas, como reprochándole al lidiador su escasa pericia. Éste, temiendo tropezarse con el can, y para sacárselo de encima, le dio un estoconazo. 
A duras penas sobrevivió el lidiador a las iras del pueblo de Madrid, que quería lincharlo. ¡Había herido a Paco! Finalmente, el empresario teatral Felipe Ducazcal, hombre muy querido en Madrid, consiguió apaciguar a las masas, y llevarse a Paco para que lo cuidasen. Mas nuestro can nunca se recuperó y murió poco después. Tras una etapa sin pena ni gloria disecado en una taberna de Madrid, fue enterrado en el Retiro.
Como nunca llegó a reunirse dinero para hacerle una estatua, no sabemos bien ni cómo era, ni dónde está enterrado. Pero Paco es, desde luego, un extraño, conmovedor caso de psicología colectiva. Todo un pueblo, el de Madrid, se aplicó a quererlo, a alimentarlo, a respetarlo. Lo que empezó como una diversión terminó siendo un fenómeno de masas, pues incluso hubo avispados comerciantes que lanzaron productos «Perro Paco».

 LA REVERENCIA DEL REY
En la Plaza de la Villa se encuentra la Torre de los Lujanes, unos ricos comerciantes aragoneses del siglo XV.  Cuenta la leyenda que el rey Francisco I de Francia fue hecho prisionero en la batalla de Pavía, y que como a todos los prisioneros importantes por los que se puede cobrar un rescate fue instalado en un sitio acorde, en esta torre.
Pero para que el pueblo madrileño pudiera sentir su humillación en la puerta de la torre pusieron unos tablones para taponar la mitad de la entrada, así cualquier persona que intentara salir se

tenía que agachar.       
La intención era que el Rey, con una Plaza abarrotada por la muchedumbre saliera inclinado, haciendo una reverencia a la plebe española. Pero el tiro salió por la culata, ya que el rey viendo lo que intentaban, salió agachándose de espaldas, dando el culo al pueblo. 







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