viernes, 9 de septiembre de 2016

MARÍA de ZAYAS y SOTOMAYOR


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Hasta ahora hemos estado repasando la vida de escritoras de la Edad Media, sobretodo del siglo XVI, en este repaso la mayoría de escritoras, que hemos encontrado, no eran españolas, pero entrando, ya, en siglo XVII, si que vemos mayor participación de españolas.
Vamos a hablar de ellas e intentar hacer que, sean conocidas por el mayor numero de personas posibles.


Maria de  Zayas  y Sotomayor (Madrid, 1590-¿1661?), fue una escritora española del Siglo de Oro. Sus novelas cortas tuvieron gran éxito y se siguieron reimprimiendo hasta que en el siglo XVIII la Inquisición decidió prohibirlas. Es, junto a Ana Caro de Mallén y sor Juana Inés de la Cruz, una de las tres grandes escritoras del siglo XVII español.

Fue bautizada en Madrid el 12 de septiembre de 1590; sus padres pertenecían a la baja nobleza: María Barrasa y Fernando de Zayas y Sotomayor. Él era capitán de infantería y en 1628 obtuvo el hábito de la Orden de Santiago.1Por estar al servicio del conde de Lemos, la familia se vio sometida a continuos traslados que se reflejaron en la obra de María. Estuvieron en Nápoles cuando el conde desempeñó allí el cargo de virrey, y en Zaragoza, pues allí publicó la escritora la primera parte de sus Novelas ejemplares y amorosas (1637); diez años después, en Madrid, se publicó Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto (desengaños amorosos). No hay certeza respecto al lugar y fecha de su fallecimiento pues, aunque existen dos partidas de defunción a nombre de María de Zayas, una del 19 de enero de 1661 y la otra de 26 de noviembre de 1669, ninguna corresponde a la novelista. También es posible que residiera alguna vez en Sevilla o Granada, o incluso en Barcelona, según Kenneth Brown, pues este encontró alusiones a la autora en el Vexamen de 15 de marzo de 1643 del poeta barcelonés Francesc Fontanella, así que es muy posible que residiera allí en 1643. Otros datos relativos a la reimpresión de algunas de sus obras le llevan a afirmar que, o bien regresó a Barcelona (en 1647 o 1648), o bien nunca se marchó de allí.2
Por su parte, María José Martínez indica la posibilidad de que María de Zayas y Madame de Sévigné se hubiesen conocido porque
Las novelas de Zayas fueron traducidas y escandalosamente copiadas por el poeta Scarron, primer marido de Madame de Maintenon, futura esposa morganática de Luis XIV, quien mantenía una excelente amistad con la marquesa.3
Pero esta opinión no es muy plausible: Paul Scarron plagió a casi todos los autores relevantes del barroco español. Los restantes datos son aún más dudosos y se fundan en las presuntas alusiones autobiográficas de los textos publicados por la autora, con particular predilección por su feminismo, que es completamente real y cierto. Un feminismo premoderno, como solo era posible entonces. Unos deducen que lo impulsa un mero desengaño personal y se trata de simple antimachismo,4y otros, más centrados en la genealogía del feminismo, señalan su denuncia de la opresión que sufren las mujeres y del trato que reciben por parte de los hombres.5

Obras y estilo

La primera parte de sus Novelas amorosas y ejemplares o Decamerón español (Zaragoza, 1637) está formada por diez novelas cortesanas en que analiza los estratos sociales superiores de su época, con visible influencia de Miguel de Cervantes.
Del Decamerón de Giovanni Boccaccio toma la fórmula del marco narrativo: la reunión por culpa de una enfermedad (en vez de la peste, unas cuartanas de Lisis) de unos personajes que, a lo largo de cinco noches narran en cada una de ellas dos novelas de gran crudeza.
Frente a otros novelistas contemporáneos, no pretende exhibir su ingenio cortesano complicando el estilo con expansiones y ornamentos culteranos, ni se hace pasar por moralista sermoneando a la manera de Mateo Alemán: le interesan más la amenidad narrativa y la descripción psicológica de los personajes y de los ambientes en que se mueven. Además, hay un fuerte componente de denuncia social: su revelación de injusticias indignantes reflejan una fuerte independencia y un recio orgullo femenino, sin ahorrar crudeza en las escenas escabrosas. Además refleja como nadie los efectos demoledores y opresivos de la pasión.
La segunda serie lleva el título de Novelas y saraos (Barcelona, 1647) y Parte segunda del Sarao y entretenimientos honestos (1649), reeditados bajo el título deDesengaños amorosos. Solo se diferencia de la primera en que aumenta la truculencia y escabrosidad de los argumentos.
Compuso además una comedia, La traición en la amistad, y se conservan algunas poesías suyas en diversas antologías (Botello, Montalbán, Cuevas, Del Castillo) así como en la Fama Póstuma donde Juan Pérez de Montalban recogió elogios del mundo de la cultura al recién fallecido fénix Lope de Vega. No son testimonios suficientes para hacerse una idea de a qué grado habría podido llegar su teatro ni sobre todo su poesía, pues temas tan baladíes como los de circunstancias vedan la conjetura. El valor esencial de Zayas se centra en la fuerza de sus creaciones narrativas y su flexible prosa, absolutamente libre de los usuales elementos morales que lastran a los demás novelistas de su época, con el solo precedente de Miguel de Cervantes, de forma que se le puede llamar con justicia la segunda mejor narradora "pura" de su época en frescura y novedad, y como el gran alcalaíno no tendrá tampoco epígonos. De su época extrae el gusto morboso por la violencia, la crueldad, la magia y los encantamientos, pero se separa de ella en la interpretación moral que hace de los hechos y que en ella no es tanto moraleja como el escarmiento derivado de los hechos mismos. Este distanciamiento, y sus virtudes de escritora, constituyen lo sustancial de su eficacia literaria.
Se aproxima a veces a la narrativa picaresca con una crudeza que no desmerece del Buscón de Quevedo; tampoco queda atrás cuando cultiva el género de lanovela bizantina cervantesca en La fuerza del amor o El prevenido engañado. Pero quizás lo que más sorprende en ella es la insólita desenvoltura con que se comportan los personajes femeninos en el aspecto sexual y amatorio: desde la que persigue a un hombre que ve por el balcón hasta la que guarda un amante negro en el establo hasta devorarlo sexualmente «antes de infinitos adulterios». No en vano, en el siglo XVIII la Inquisición prohibió reimprimir sus novelas.
Aunque hay mujeres que terminan mal por la liberalidad con que se entregan, no son todas. Es también notable cuán poco contemplan su decoro personal o familiar cuando siguen sus impulsos, que es casi siempre: sus personajes son absolutamente pasionales. Al hilo de diálogos sobre los distintos narradores en torno a la discreta Lisis, María de Zayas critica (con la misma libertad que muestran sus personajes) todas las ideas de la época sobre la honra y la virtud que, en su opinión, tanto perjudicaban a las mujeres. Así, en una frase que recuerda las de Sor Juana Inés de la Cruz, dice Lisis a un galán que proclamaba su deseo de encontrar mujer tonta y honrada:
«Y ¿cómo sabrá ser honrada la que no sabe en qué consiste el serlo?»
De la burla picaresca abonada al tremendismo en la primera serie novelesca pasa en la segunda al motivo barroco por excelencia: el desengaño, que expresa a veces la injusta burla de las mujeres por los hombres y otras refleja una frustración casi metafísica por la imposibilidad de que los sexos puedan vivir lealmente y en armonía: tan distintas son las fuerzas que los gobiernan. En La esclava de su amanteLa inocencia castigadaEl verdugo de su esposa o Mal presagio casar lejos existe una pura fatalidad, un hado siniestro que domina las vicisitudes amorosas. De la carcajada en El castigo de la miseria se pasa a la honda melancolía y pesar de Estragos que causa el vicio, última narración y despedida aparente de la autora. No hay dignidad en el amor:
¿Qué más desengaño aguardáis que el desdoro de vuestra fama en manos de los hombres?(...) ¿Es posible que con tantas cosas como habéis visto y oído no reconozcáis que en los hombres no dura más la voluntad que mientras dura el apetito, y en acabándose, se acabó?
Lisis entra en un convento al final de las novelas y por ello muchos de sus críticos y editores han supuesto que ése fue el destino último de doña María de Zayas.Azorín se la imaginaba en una buhardilla madrileña, mirando los tejados lluviosos y los gatos vagabundos.
El estilo de María de Zayas rehúye los excesos retóricos propios del culteranismo, tal como declara en la última novela de Desengaños amorosos:
Yo, como no traigo propósito de canonizarme por bien entendida sino por buena desengañadora, es lo cierto que ni en lo hablado ni en lo que hablaré he buscado razones retóricas ni cultas porque, demás de ser un lenguaje que con extremo aborrezco, querría que me entendiesen todos: el culto y el lego [...] Y así he procurado hablar en el idioma que mi natural me enseña y deprendí de mis padres, que, lo demás, es una sofistería en que han dado los escritores por diferenciarse de los demás y dicen a veces cosas que ellos mismos no las entienden. ¿Cómo las entenderán los demás sino en diciendo (como algunas veces me ha sucedido a mí) que, cansado el sentido por saber qué quiere decir, y no sacando fruto de mi fatiga, digo: "Muy bueno debe de ser, pues que yo no lo entiendo

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