Hasta
finales del siglo XIX, en que Madrid comenzó a crecer más allá de sus murallas
y se planteó su ensanche urbano, la ciudad quedaba recogida, casi asfixiada, en
el interior de un recinto trazado en 1625 con la finalidad de controlar el
acceso de personas y mercancías a la ciudad, con puertas de acceso o
"portazgos" para el cobro de tributos.
EL
NACIMIENTO DE UN SERVICIO REGULAR PARA EL TRANSPORTE DE VIAJEROS
El
transporte regular de viajeros es un concepto que comienza a desarrollarse
paulatinamente en España desde finales del siglo XVIII. El primer servicio
público de coches, conocidos como "coches diligentes", comienza en 1792
y es contratado únicamente por las clases sociales más altas para sus
desplazamientos por el interior de la Villa y Corte. Estos vehículos tenían sus
paradas en el centro de la ciudad, la Cebada, Santo Domingo y
en la Puerta del Sol.
El
transporte urbano apareció en Madrid en abril de 1843 cuando una línea de
ómnibus comenzó a prestar servicio entre Puerta de Toledo y la Glorieta de
Bilbao. El ómnibus era un carro de pasajeros cerrado y tirado por caballos o
mulas y fue el antecedente de nuestros actuales autobuses. Sin embargo, los
servicios de ómnibus, lejos de ser regulares, solo funcionaban en
acontecimientos excepcionales como en verbenas, corridas de toros o en las
puertas de los teatros.
LA LLEGADA
DEL TRANVÍA En 1871 se
construyó e inauguró la primera línea de tranvía, que unía el barrio de
Salamanca con el barrio de Pozas (calle de la Princesa).
Este primer tranvía era arrastrado por mulas, sistema de tracción también
conocido como "tracción de sangre". Para muchos en este momento es
cuando realmente nace el transporte público regular, ya que esta primera línea,
así como las que poco a poco se pusieron en marcha con posterioridad, tenían
paradas, horario y tarifas de obligado cumplimiento. El tranvía supone una
autentica revolución en la ciudad cambiando los hábitos y costumbres de muchos
vecinos. Durante más de treinta años el tranvía de tracción animal será el modo
de transporte más utilizado en la ciudad, situación que cambia en 1900 con la
llegada de las líneas de tracción electrica. AUGE DEL TRANVÍA Y APARICIÓN DEL METRO
El 17 de
octubre de 1919 el rey Alfonso XIII inaugura la primera línea de Metro, un
pequeño tramo de la línea 1, entre Cuatro Caminos y Sol. El crecimiento del "Metropolitano Alfonso XIII" prosiguió de manera continuada, llegando a contar con dos líneas al final de la década de los años veinte: línea 1 (Tetuán-Puente de Vallecas), línea 2 (Cuatro Caminos-Ventas) y el Ramal entre Isabel II (actual Ópera) y Norte (actual Príncipe Pío). Los 2,6 millones de desplazamientos en metro de 1919 se convirtieron en 90 millones en 1930. El Metro tuvo una enorme aceptación entre los madrileños y a largo plazo el claro perdedor sería el tranvía que terminaría por desaparecer a comienzo de la década de los setenta del siglo XX, para dejar paso al automóvil.
PRIMEROS
INTENTOS PARA IMPLANTAR LÍNEAS DE AUTOBUSES
Los primeros
intentos de implantación de una red de autobuses urbanos tiene lugar en 1922
mediante la constitución de la llamada Sociedad General de Autobuses que
adquiere 50 autobuses fabricados en Inglaterra y que en 1927 dejan de prestar
servicio debido a las elevadas tarifas y a la escasa aceptación de los
madrileños. Sin embargo, en 1929 existen sesenta y tres líneas radiales de
autobuses interurbanos, más quince de enlace entre provincias. La red de
autobuses interurbanos se desarrolló en aquellas localidades donde no llegaba
el ferrocarril y donde había fuerte demanda por parte de la población.
El
Ayuntamiento de Madrid impulsará de nuevo el servicio de autobuses mediante un
acuerdo con la Sociedad Madrileña de Tranvías (SMT) que dio lugar en 1933 a la
implantación de una moderna red, que llegó a contar con 9 líneas y 43
vehículos, muchos de ellos de dos pisos. Las primeras líneas cubrían los
trayectos Atocha-Estación del Norte, Cibeles-Moncloa y Moncloa-Ciudad
Universitaria.
Con gran
visión de futuro se plantea la mejora de los enlaces ferroviarios como solución
a la movilidad metropolitana con la creación de un gran eje ferroviario que
conectara Atocha, al sur, con una futura estación al norte (Chamartín). Esta
nueva línea tendría dos estaciones subterráneas intermedias, en Recoletos y
Nuevos Ministerios, donde se centralizarían gran parte de los edificios de la
administración pública.
LA LLEGADA
DEL FERROCARRIL A MADRID
El ferrocarril llegó a Madrid en 1851, cuando se
crea la línea de ferrocarril entre el "embarcadero" de Atocha y el
Palacio Real de Aranjuez. La línea Madrid-Aranjuez fue el primer tramo de las líneas que se
dirigían a Levante y Andalucía, y con apenas cambios.
La estación de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte (actual Príncipe Pío) se pone en servicio en 1861 y desde su edificio partían las líneas que fueron comunicando Madrid con Castilla, Galicia, Asturias, País Vasco y Francia. Dentro del ámbito de la Comunidad de Madrid este ferrocarril articuló las comunicaciones desde la capital a numerosas localidades de la Sierra de Guadarrama lo que potenció su función como área de esparcimiento y recreo estival. La nueva línea férrea paraba en municipios como Pozuelo, Las Rozas, Torrelodones y Villalba. No podía faltar una estación en El Escorial, lugar una vez más vinculado a la realeza y que gracias al ferrocarril pasó a ser una importante localidad de veraneo.
A las estaciones de Atocha y Príncipe Pío se unió la estación de Delicias inaugurada en 1880 como terminal de las líneas de Portugal y Extremadura y que es la actual sede del Museo del Ferrocarril. Las tres estaciones históricas de ferrocarril junto con Chamartín (1969) se han convertido en nuevos referentes urbanos no solo como estaciones de tren sino también como intercambiadores de transporte puerta de entrada diaria a la ciudad para miles de viajeros.
PRIMER COCHE MATRICULADO
En realidad, los primeros coches llegaron a la capital
en 1898, pero no fue hasta unos años más tarde cuando surgió la necesidad de
empezar a matricularlos. El primer coche matriculado en Madrid fue un Renault descapotable de 14 CV de potencia que era capaz de alcanzar
una velocidad de 40 kilómetros por hora. Podemos
decir que Luis María Pérez de Guzmán y
Nieulant, más conocido como el marqués de
Bolaños y conde de Nieulant,
fue un privilegiado amante de los automóviles que se adelantó a su época.
Ese soleado jueves inscribió su preciada
adquisición en la Inspección de Carruajes del Ayuntamiento de
Madrid, en medio
de una escasa expectación, ya que el día tuvo otra noticia más importante: la
dimisión del Gobierno y las reuniones de Sagasta
con la Reina María Cristina.
¿CUÁNTO SE PAGÓ POR EL PRIMER COCHE
MATRICULADO EN MADRID?
El marqués de Bolaños tuvo que desembolsar por
su Renault la cantidad de 17.000
pesetas (unos 102 euros), más 200
pesetas por la licencia.
Según las crónicas
de la época, el marqués no lo utilizaba mucho, ya que casi siempre aparecía
como conductor su hijo César Pérez de Guzmán, que fue el inventor de
un extraño claxon (que reutilizaba los gases sobrantes para que sonara una
potente sirena) por el que había obtenido la patente en España. El consumo de
este tipo de vehículos era de unos 30
litros cada 100 kilómetros y
debían parar a repostar en droguerías, ya que por aquel entonces no existían
las gasolineras.
LOS PRIMEROS TAXIS DE MADRID Los primeros taxis de Madrid comenzaron a
circular el 29 de marzo de 1909. Eran diez vehículos Landaulet que el día
anterior estuvieron expuestos en la Plaza de la Villa ante la mirada curiosa de
numerosos madrileños
Las
primeras paradas se establecieron en las calles Preciados, (frente a El Corte Inglés), que contó con cinco vehículos; en la del
Prado, junto al Ateneo, con tres y en la de Alcalá, frente a la iglesia de San
José, con dos coches. En aquellos
tiempos se circulaba por la izquierda, apenas existían problemas de trafico y
la velocidad máxima permitida no excedía de diez kilómetros por hora en los
sitios llanos y de poca circulación, mientras en las calles del interior la
marcha se reducía a cinco kilómetros. Y eso que los nuevos vehículos alcanzaban
una velocidad de vértigo para el ciudadano de entonces: hasta 20 km/h. llegaban
a marcar los velocímetros y claro, el pueblo se preguntaba que para qué tantas
prisas.
El sector del taxi tuvo un rápido crecimiento en los
años siguientes, llegando a 3.300 licencias en los años 30. En esa década
surgieron los taxis llamados ‘patos’, que eran de la marca Citroën y tenían
siete plazas, lo que permitía tarifas más baratas.
os velocímetros y claro, el pueblo se preguntaba que para qué tantas
prisas.
En los años 50, la capital española tenía 3.500 taxis,
pero el sector estaba amenazado por la continua subida de los costes, hasta que
a finales de la década obtuvo una subvención de 1.000 pesetas mensuales por
taxi por parte de Campsa. En la década de los 60, eran unos 6.000 los taxis que circulaban por
Madrid y el sector se estabilizó con la congelación del número de licencias, la
mejora en las tarifas y las condiciones de trabajo.
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