CURIOSIDADES DE MADRID, LA GRAN VÍA
A la izquierda, operarios renombrando la actual Gran Vía como Avenida de Rusia. A la derecha, rebautizada como «José Antonio» tras la Guerra Civil-
Las obras de la Gran Vía de Madrid arrancaron el 4 de abril de 1910. El Rey Alfonso XIII derribó simbólicamente las paredes de la «casa del cura», el primer edificio de los trescientos que hubo que tirar abajo para construir su nuevo trazado. Una gran avenida que, inicialmente, contó con la oposición de los vecinos. Se estrenó antes como zarzuela que como calle. Pero no recibió oficialmente el nombre de Gran Vía hasta 1980. Dividida en tres tramos, se denominó: Avenida de Conde de Peñalver, Pí y Margall y Eduardo Dato hasta la Guerra Civil. Durante la contienda adoptó varios nombres: Avenida de Rusia, de la URSS, de la CNT, de México, de la II República. En el mismo periodo recibió los nombres populares de la «avenida de los obuses» o del «quince y medio» -el calibre de los proyectiles que caían sobre el edificio de la Telefónica-. Al término de la Guerra Civil recibió el nombre de la Avenida de José Antonio. Pero los Madrileños Siempre la llamaron: Gran Vía y, finalmente se la denominó Gran Vía en 1980.
LA “LIBERTAD”, NO LA «UNIÓN Y EL FÉNIX»
El Edificio Metrópolis se levantó en
1911, símbolo de una nueva arteria de Madrid: la Gran Vía. Desde
entonces, es uno de las esquinas más fotografiadas de la capital, imagen
recurrente de la ciudad en postales y cuadros. Fue la elegante y moderna sede
de la aseguradora La Unión y el Fénix. Se quedó con ese
nombre gracias a la escultura que remataba su cúpula –emblema de la empresa– y,
pese a lo que muchos creen, no es la que adorna actualmente el edificio. De hecho, lo que algunos señalan como un ave fénix no
lo es. El edificio, levantado sobre el solar que dejó otro singular bloque
llamado la “Casa del Ataúd”, cambió de nombre y de estatua en 1972.
La aseguradora Metrópolis lo compró y la “Unión
y el Fénix” se llevó la figura que lo coronaba hasta entonces. Desde
entonces, una estatua de una “Victoria
Alada” luce en la cima, sin embargo, muchos aún ven en ella una
representación del animal mitológico.
A la izquierda, la antigua estatua de “La Unión y El Fénix”
A la derecha, la "Victoria Alada" que culmina el
Edificio Metrópolis desde 1977.
“SI VIS PACEM PARA BELLUM”
Máxima latina sobre
la entrada del Casino Militar de la Gran Vía-
El Centro Cultural de los Ejércitos compró
un solar por un millón y medio de pesetas, de las de entonces, y construyó
sobre él el edificio que, todavía hoy, alberga su sede. El lugar no podía ser
más representativo: la recién nacida Gran Vía. Era noviembre del año 1916.
Popularmente conocido como Casino Militar, nació con el fin de difundir
la actividad cultural y recreativa entre militares y civiles. Y así permanece
hoy. En su puerta está una de las entradas más singulares de la centenaria
calle. Sobre ella se puede leer la máxima latina «Si vis pacem, para bellum» (Si quieres la paz, prepara la guerra)
LA PRIMERA CASA DE LA GRAN VÍA
El 17 de noviembre de 1903, el todavía jovencísimo
periódico ABC se hacía eco de lo que sería la primera casa de la Gran
Vía, cuyas obras comenzaron en 1910, con el rey Alfonso XIII
como maestro de la ceremonia. El conjunto, avenida y construcciones, fueron
concebidas como un paso clave en la historia de Madrid; el cambio de Villa a
gran capital. En ese contexto, este diario dedicó una columna a una edificación
que todavía hoy, después de más de cien años, se conserva en pie en un
esquinazo de Callao con Preciados. Si bien hay versiones contradictorias sobre cuál es la
construcción primigenia, con algunos escritos que aseguran que se ubica en
el número 8 de la calle, en la confluencia con Víctor Hugo,
lo cierto es que la explicación dada en esta crónica no da lugar a dudas. «Muy
pronto se alzará en el solar de la plaza del Callao, que da frente a la Puerta
del Sol y está en la esquina de la calle de Preciados, la que será la primera
casa de la calle que ha de formar parte de la Gran Vía de Madrid».
(YA NO SERÁ IGUAL) SIEMPRE FUE ROJO El Edificio Telefónica fue inaugurado
en 1930 y se convirtió en el edificio más alto de España hasta 1953,
fecha en la que se terminó el Edificio España. En su singular torre se instaló
un reloj de neón en color rojo que ha formado parte de las
instantáneas de la Gran Vía hasta julio de 2013. Desde entonces, la compañía
cambió la luz del reloj a azul y sustituyó las piezas exteriores del perímetro
del reloj por otras led de menor consumo.
TERMAS,
BAÑOS Y UNA GRUTA DE HIELO
Bajo el ruido y movimiento de la urbe se esconde un
remanso de paz subterráneo. Piscinas tematizadas y climatizadas a
distintas alturas, baño turcos, jacuzzi o una gruta de hielo, entre otros, te
transportarán a sensaciones y lugares exóticos dentro del hotel Senator. Gran
Vía, 70
EL PRIMER AIRE ACONDICIONADO
Es característica inherente a la Gran Vía su
consideración como representante cosmopolita y vanguardista de la capital de
España. Pero no sólo es perceptible en su estilo y proyección, sino también en
su historia. Así, en dicha avenida se construyó el primer aire
acondicionado de Madrid. Fue en 1933 cuando el edificio Carrión, donde se
ubicaban los cines Capitol, dio un paso a la modernidad en la necesaria lucha
de la ciudad contra el sofocante calor de los meses de verano. Suponemos que
mereció la pena aunque el aparato ocupara tanto como el espacio de butacas. Lo
que no alcanzamos a imaginar (o sí) era el ruido que generaba
UNA HISTORIA EN CADA ESQUINA TOROS EN LA GRAN VÍA
El toro de lidia que anduvo suelto
Diego Mazquiarán selló su tarde más
gloriosa en enero de 1928 y no fue en un ruedo. Un toro bravo desbocado sembró
el pánico desde el paseo Virgen del Puerto hasta la Gran Vía. Allí, este torero
espontáneo cogió su abrigo, mandó a su mozo a por un estoque a su casa y brindó
al improvisado público una faena histórica. La gente pidió las dos orejas
mientras le vitorea y aclamó a «Fortuna» –el sobrenombre del matador de toros–
como héroe por evitar una tragedia. Mazquiarán recibió por ello la cruz de
Beneficiencia. Su carrera estuvo llena de altibajos hasta su muerte en 1940,
interno en un manicomio de Lima, en Perú.
CHICOTE Y LA PENICILINA DE ESTRAPERLO
Cuenta la historia que el médico Carlos
Jiménez Díaz (1898-1967) salvó su vida en 1944 gracias a la dosis de
penicilina que consiguió comprar de estraperlo en el bar de Perico
Chicote en la Gran Vía. Este bar por el que pasó «la crema de la
intelectualidad» se convirtió en el centro de negocios de estraperlo más famoso de
toda la capital. Los años 40 y 50 fueron su época dorada y en, su historia,
consta como el único sitio que logró traer a Madrid las primeras medias de
seda. Lujoso y clandestino, romántico y furtivo, así fue el local
de moda madrileño que Perico Chicote convirtió en un símbolo de la ciudad. El
coctelero fundó este local en 1931 y, aún hoy es sinónimo de cócteles
exquisitos, gastronomía y diversión.
LA
CASTAÑERA QUE CONFUNDIÓ A EINSTEIN CON EL INVENTOR DEL AUTOMÓVIL
Albert Einstein y el Rey Alfonso XIII
su visita a Madrid.
Albert Einstein tenía razón: las ondas gravitacionales existen.Lo que no sabemos es si los detalles
del hallazgo, predecido por el científico en 1916, ocupó parte de su agenda cuando visitó Madrid siete
años después, en 1923.
Einstein puso pie en la capital envuelto en una gran expectación.
Su presencia en la ciudad, como en el resto de ciudades españolas que visitó,
marcó la agenda informativa de los medios y despertó el interés de la gente. La mayoría sabía quién era,
pero conocer su trabajo, como la Teoría de la Relatividad o las confirmadas
ondulaciones en el espacio, eran palabras mayores.
El científico tuvo un divertido episodio con una castañera en
plena calle. Cuando caminaba, fue reconocido por la vendedora, seguramente por
sus inconfundibles rasgos físicos: bigote y melena alborotada. ¡Viva el inventor del
automóvil!, exclamó convencida de que la fama de aquel hombre remitía
a ese hallazgo.
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