EL MITO DE LA PUERTA DEL SOL
Real de Correos de la Puerta del Sol de Madrid.
El nombre de la
que, seguramente, sea la plaza más popular de Madrid, es una incógnita que da
lugar a diversas especulaciones. La única certeza es que su origen se remonta a
1520, cuando las autoridades de la Villa
construyeron un fuerte para protegerse de la rebelión de los comuneros -hastiados por
la hambruna y el descontento con Carlos I-, y en cuya puerta exterior se pintó
un sol. El por qué de esa figura es, efectivamente, algo desconocido. Se
especula con que fue un mero capricho del autor, del que se
desconoce su identidad; que fue porque la luz solar penetraba
por uno de los postigos de la muralla; o porque su orientación miraba a oriente, punto de
salida del Sol, siendo esta última versión la más extendida y aceptada.
Puerta de
Alcalá, monumento histórico de la ciudad de Madrid.-
«A las diez en
casa; y en verano a las once». No es la orden de unos padres al hijo
adolescente que sale, es la ordenanza que existía en el
Madrid amurallado,
donde estaba prohibido salir de la ciudad más allá de las diez de la noche, en
invierno, y de las once, en verano. Se trataba, por una parte, de una medida de
tipo impositivo para controlar las mercancías que llegaban a la Villa; y por
otra, de seguridad. Las conocidas puertas de Toledo, Atocha o Alcalá, entre
otras, eran los accesos de una muralla de 13 kilómetros de
perímetro, construida en 1625, durante el reinado de Felipe IV, hasta
1868, cuando fue derribada.
EL «TIOVIVO» NACIÓ EN MADRID
EL «TIOVIVO» NACIÓ EN MADRID
Carrusel
de caballitos, conocido como tiovivo
El origen
de esta palabra tiene su origen en Madrid, en una curiosa relación entre los
carruseles de caballitos para niños y el propietario de un negocio de
carruseles del actual Paseo de Delicias, apodado como el «Tío Esteban». A Esteban Fernández, como se llamaba,
se le creyó muerto por una epidemia de cólera que arrasó Madrid en 1834. Cuando
era transportado para ser enterrado, Esteban «resucitó» y salió del ataúd exclamando: « ¡Estoy vivo,
estoy vivo!». Evidentemente, el «Tío Esteban» no estaba muerto, y
desde entonces, a su carrusel se le empezó a llamar en todo Madrid como el del
«Tío vivo», lo que mutó en el actual nombre que recibe esta popular atracción
de feria.
CASAS «ASEGURADAS DE INCENDIOS»
CASAS «ASEGURADAS DE INCENDIOS»
Caminando por Madrid, seguramente hayas reparado en esta inscripción situada en
la parte superior de algunos portales. Su origen está en la Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios
de Casas de Madrid, fundada en 1822 por Don Manuel María de Goyri. En la
fecha, Madrid había sido víctima de varios incendios y los endebles cimientos
de madera, junto a la ausencia de un cuerpo de bomberos de garantías,
agrandaban las consecuencias de estos. Así, por una iniciativa privada, los
propietarios optaron por constituir una sociedad en la que cada socio era
asegurador y asegurado, donde las
posibles reparaciones se llevaban a cabo gracias a un fondo común. El
reglamento de esta asociación, en su artículo 41, se establecía que «se cuidará
de que se coloquen en las casas aseguradas, en paraje visible una tarjeta o
azulejo que diga Asegurada de Incendios».
CUNA DEL «RATONCITO PÉREZ»
CUNA DEL «RATONCITO PÉREZ»
¿Quién
diría que el Ratoncito Pérez nació en el Palacio Real? Por extraño que pueda
parecer, así fue. Cuando Alfonso XIII era
todavía un niño, su carácter miedoso -incluso al perder un diente- hizo que la
regente María Cristina, su madre, encargara al padre Luis Coloma, Jesuita, que
escribiera un cuento. Coloma redactó un relato de 13 páginas sobre
el Rey Buby I (apodo
que el pequeño monarca recibía de parte de su madre), que tras perder su primer diente lo colocó debajo de la almohada,
junto a una carta, para así recibir la vista del Ratoncito Pérez. Buby I, acompañado por el ratón,
recolectaría por la noche los dientes de otros niños y los llevaría a la casita
del roedor, que se situaba en la pastelería Carlos Prast, un establecimiento
real en el número 8 de la calle Arenal. Allí, Buby, convertido
también en ratón, conoce a la familia de su amigo, que vive en una caja de galletitas Huntley, las preferidas
del monarca. En dicha calle existen ahora una placa y una pequeña estatua que
recuerdan dónde «vivió» el fantástico ratón.
UN MADRID SIN CASTAÑERAS
para los fríos paseos de invierno, estuvieron a punto de desaparecer en un diciembre de hace cuatro siglos. Entonces, el Ayuntamiento dijo que las castañas sólo podían venderse en los puestos de fruta de los mercados, del mismo modo que las crudas. Como medida disuasoria, se dictó una sentencia que establecía que quien montara su puesto ambulante recibiría una sanción de mil maravedíes y un año de destierro de la Villa.
Superada la persecución gracias al tesón de las castañeras,el oficio se ha convertido con el paso de los años, en un elemento clásico de la Ciudad, e incluso una suerte de empleo para muchas personas.
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